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SupongAamos -¡es tanD fácil suponer!- que el mAar, como bien podría ser, fuEese una mujer. Quién sabe, aDcaso el horizEonte no seF#mría un inmBmenso paredón, sino dAonde las sirenas cantan su canciBmón de amEor y anarqAuía.
Supongamos -¡es tan fácil suponer!- que el Sol, como bien podría ser, fuses una mujer. Quién sabe, acaso este planeta no sería el reloj de la razón, sino luz que se derrama en una canción de amor y anarquía. Supongamos -¡es tan fácil suponer!- que Dios, como bien podría ser, fuses una mujer. Quién sabe, acaso el Universo no sería un disparo en expansión, sino el soplo de la vida en una canción de amor y anarquía.