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Intro: C - Fmaj7 - C - Fmaj7
CAmores dFmaj7e turno Cpadecen Fmaj7tu avaricia;
CDejes quFmaj7e sus luCchas, seFmaj7an siempre vanas.
DmSometen su vida Fmaj7a tu cruel injusCticia
Dm7Y eligen tu traFmaj7ba, a quedar en lGa nada.
CUn árboFmaj7l que deCja caer Fmaj7pocos frutos
CY ostentFmaj7a, a lo Clejos, mFmaj7ontones de ellos.
DmMujeres saciaFmaj7bles, no pierCden C/Bsu tiempo
Dm7Queriendo treFmaj7par a este vil Gresoluto.
ALa luna se muEestra, la ni?D?a descansa.
Bm7Y hay noches, F#mque un ángeEsus4l, alcaEnza sus ramas.
AEl árbol coEsus4ncede tEodas susD manzanas
AY el Sol, enF#m su viaje, sEsus4e vistEe de gala
DSoñando pEoder, alF#m llegaEr laBm7 mañana
Bm7Ver a estos dos locos, fEsus4undiendEo sus almas.
Dm - "Em"(Dm 2 trastes A A derecha) Dm - "Em" - C - C
eeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee
IGUAL FORMATO ANTERIOR
Un viernes de invierno, mostró displicencia:
La joven mujer divisó sus cortezas.
Notó que con ellas, podía escalarlo,
Y subió donde pocas pudieron lograrlo.
Allí estaba el ángel, siempre reluciente.
Amable tomó de la mano a la dama.
Quien pudo, por fin, ubicarse en sus ramas
Culminando así su acción inteligente.
El ser celestial percibió en ésta niña
Dotes de grandeza, y sintió que era indigno
Gozar privilegios que aquella debía.
Cedió ante su aura y con gesto benigno
Bajó de aquel árbol, jurando ese día
Tomar sólo frutos que le correspondían.
Existen millones de fábulas grises.
No todas culminan con vino y perdices.
Se puede jurar que no hay nada más triste
Que un ángel dejando la magia pudrirse.